La Cuaresma invita a pedir perdón, a hacer penitencia, por los pecados propios y también ajenos. Pedir perdón, conducta que no está de moda. Ni siquiera pedir perdón a Dios, cuando se intuye que se le ha ofendido.
Por P. Jesús Alfaro. 02 marzo, 2022. Publicado en El Tiempo, el 2 de marzo de 2022.Este tiempo de la Iglesia católica que hace referencia, como es sabido, a los cuarenta días que faltan para celebrar la Semana Santa, a partir del miércoles denominado “de ceniza”, nos pone ante la realidad del dolor de los pecados. Una primera dificultad estriba en el desconocimiento de la realidad del pecado; sin embargo, podemos conformarnos con la percepción genérica cerca de los errores. Todos los reconocemos, en mayor o menor medida. Al referirlos a Dios, aparece la realidad del pecado.
La Cuaresma invita a pedir perdón, a hacer penitencia, por los pecados propios y también ajenos. Pedir perdón, conducta que no está de moda. Ni siquiera pedir perdón a Dios, cuando se intuye que se le ha ofendido. Se vive más cómodamente olvidando las afrentas o disimulando las culpas. Así sucede ahora frecuentemente.
Sin embargo, urge hacer un análisis del hecho, sin conformarnos con referirlo: no es fácil pedir perdón; más aún no se entiende que se deba hacer. ¿Qué está pasando? Unas palabras de Joseph Ratzinger pueden proporcionarnos una pista. Refiriéndose a la situación espiritual de los países que abandonaron el sistema comunista, afirma que las personas empezaron a sentir nostalgia de una vida moral y religiosa; pero no les era fácil volver a esta. Y es que “las facultades perceptivas de hombres que viven en un sistema de engaño se nublan inevitablemente. La sociedad pierde la capacidad de misericordia y los sentimientos humanos desaparecen. Una generación entera estaría perdida para el bien y las obras humanitarias”.
Su conclusión, válida para nuestro propósito era: “Tenemos que conducir de nuevo a la humanidad a los valores morales eternos”; es decir, desarrollar de nuevo el oído casi extinguido para escuchar el consejo de Dios en el corazón del hombre. El error, la conciencia errónea, sólo son cómodos en un primer momento. Después, el enmudecimiento de la conciencia se convierte en deshumanización del mundo y en peligro mortal si no reaccionamos contra ellos”.
La conciencia errónea a la que se refería el cardenal es la que, es ciega ante el pecado, disimula la necesidad de pedir perdón, no entiende la penitencia. Posiblemente, sea ese el estado de muchas conciencias, también entre los cristianos, que confunden los signos externos (ayuno, abstinencia) con la realidad interior: “un corazón contrito y humillado Tú no lo desprecias”. Parece, pues, que debemos reaprender a reconocer nuestros pecados y pedir auténticamente perdón. Es parte del proceso de formación de la conciencia cristiana. Una sociedad paganizada como la actual exige ser recristianizada desde la raíz.
Este es un artículo de opinión. Las ideas y opiniones expresadas aquí son de responsabilidad del autor.